lunes, 14 de noviembre de 2011

ALEGORÍA DE LA CAVERNA.

Libro VII de La República de Platón

Fragmento 1
y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el
estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se
halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de
una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de
toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, ata-
dos por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse
quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les
impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que
arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encade-
nados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que
ha sido construido un tabique parecido a las mamparas que se
alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhi-
ben aquellos sus maravillas.
-Ya lo veo -dijo.
-Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres
que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de
la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de
madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá,
como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén calla-
dos.

-iQué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisione-
ros!

FRAGMENTO 2
-Iguales que nosotros -dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los
que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino
las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está
frente a ellos?
-¿Cómo -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener
inmóviles las cabezas?
-¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
-¿Qué otra cosa van a ver?
-y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar
refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
-Forzosamente.
-¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente?
¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían
ellos que lo que hablaba era otra cosa que la sombra que veían pasar?
-No, ¡por Zeus! -dijo.
-Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real
ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
-Es enteramente forzoso -dijo.
-Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas
y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo
siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbi-
tamente y a volver el cuello y a andar ya mirar a la luz, y cuando, al hacer
todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de
ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría
si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es
ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a obje-
tos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole
los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de
qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes
había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le
mostraba?
-Mucho más -dijo.

FRAGMENTO 3

-y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompen-
sas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor
penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre
ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más
capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿cree~
que sentiría aquel nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes goza-
ran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de
Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servi-
cio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que
vivir en aquel mundo de lo opinable?

-Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferiría cualquier otro destino antes
que aquella vida.
-Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo
el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como
a quien deja súbitamente la luz del sol? '
-Ciertamente -dijo.
-y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido cons-
tantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que,
por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería
muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que
reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos
estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascen-
sión ? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y rnatarle,
a quien intentara desatarles y hacerles subir?
-Claro que sí -dijo.

FRAGMENTO 4
-Pues bien -dije-, esta imagen
hay que aplicaría toda ella, ¡oh
amigo Glaucón!, a lo que se ha
dicho antes; hay que comparar la
región revelada por medio de la
vista con la vivienda-prisión, y la luz
del fuego que hay en ella, con el
poder del sol. En cuanto a la subida
al mundo de arriba y a la contem-
plación de las cosas de este, si las
comparas con la ascensión del alma
hasta la región inteligible no errarás
con respecto a mi vislumbre, que es
lo que tú deseas conocer, y que sólo
la divinidad sabe si por acaso está
en lo cierto. En fin, he aquí lo que a
mí me parece: en el mundo inteligi-
ble lo último que se percibe, y con
trabajo, es la idea del bien, pero,
una vez percibida, hay que colegir
que ella es la causa de todo lo recto
y lo bello que hay en todas las cosas;
que, mientras en el mundo visible
ha engendrado la luz y al soberano
de esta, en el inteligible es ella la
soberana y productora de verdad y
conocimiento, y que tiene por fuer-
za que verla quien quiera proceder
sabiamente en su vida privada o
pública.
-También yo estoy de acuerdo

-dijo-, en el grado en que puedo
estarlo.



FRAGMENTOS 5

¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior morada y de la ciencia que allí
se tiene y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consi-
deraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
Efectivamente.

Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompen-
sas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor
penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre
ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen
más capaces de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que
sentiría aquel nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran
de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Hornero,
es decir,.que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro
hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en
aquel mundo de lo opinable? [ ... ]

Ahora fíjate en esto, dije. Si este hombre volviera a bajar, para ocupar de
nuevo su mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas,
como a quien deja súbitamente la luz del sol?
Ciertamente, dijo.

Y si tuviese que competir de nuevo con los que se habían quedado enca-
denados constantemente, opinando sobre las sombras que él ve con difi-
cultad por no haber aún reacomodado sus ojos y no haber tenido el
tiempo suficiente para hacerlo, ¿no daría que reír y no se diría de él que,
por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale
la pena ni aun de intentar un ascenso similar? Y a quien intentara desatar-
los y hacerles subir a lo alto, ¡no lo matarían si encontraran la manera de
echarle mano y darle muerte?

Adaptación de la traducción del griego
de José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiana